miércoles, 29 de abril de 2009

El Amateur, la bici en el teatro.


La bicicleta es un objeto que por gusto o moda esta cada día mas y mas presente en nuestro cotidiano. Es así como hace pocos días me sorprendí al ver unos afiches colgando de unos postes de la luz que publicitaban algo que no comprendí muy bien a la distancia pero que luego reconocí en ellos a un ciclista y su bicicleta. Finalmente vi que se trataba de una obra de teatro, un montaje escénico que contempla a una bicicleta como accesorio central del protagonista, un motaje que reconozco no he ido a ver aún pero que no pasará de esta o la proxima semana para poder comentar con mas conocimiento. Por ahora la información necesaria para saber de que se trata.

“El Amateur” es la historia de dos antihéroes, Pájaro; un joven ciclista al que por las noches se le repite un sueño donde vuela hasta el sol y durante el día se obstina por batir un récord; y su amigo Lopecito que lo acompaña a pedalear para cumplir esa proeza. La imaginación de ambos convierte el silencio de la noche en ovaciones de estadio. Son los sueños de estos dos personajes, los que llevarán a los espectadores a vivir una aventura teatral cargada de humor y emociones.

La obra pretende dar aliento a la esperanza y alimentar los sueños que todas las personas llevan en su maleta de ilusiones. Para lograr el triunfo, El Amateur se prepara pedaleando tras su sueño, y durante ese entrenamiento ofrece una lección de vida que llegará al corazón de todos los espectadores.

Los actores Claudio Arredondo y Cristián Riquelme dan vida a esta obra, inédita en Chile.


Género: Teatro
Temporada: Desde el 24 de abril
Horarios: jueves a sábado 21:00 domingo 19:30
Precios: $7000 grl./$4000 est. o terc. edad. $5950/socios club de lectores/$5600
Elenco: Claudio Arredondo y Cristián Riquelme
Dirección: Raúl Llovet
De: Mauricio Dayub

martes, 14 de abril de 2009

Velib, la bicicleta de todos.


Arturo Chomyszyn que vive en París, escribió la siguiente nota publicada el año pasado en mirá!, la cuál cuenta el fenómenos de las bicicletas Velib.

En las horas pico, todo París es un embotellamiento, y el mapa interactivo del tráfico se tiñe de rojo. Un recorrido que normalmente lleva 20 a 30 minutos, puede convertirse en un calvario motorizado de 3hs. El último subte pasa a la 1 :30 H, luego solo queda una opción, los improbables buses nocturnos, uno cada 40 minutos por puntos estratégicos de la ciudad. Hasta que llegó en 2007 el Velib.

Velib es la contracción de las palabras « bicicleta » y « libertad » y es el nombre que lleva el nuevo mobiliario urbano que estrena París. Básicamente son estaciones de bicicletas en alquiler autoservicio. Inútil es intentar robar una rueda o un pedal, ninguna pieza de esas bicicletas es estándar, solo funcionan en un Velib.


Por medio de un « totem » electrónico, y con solo una tarjeta de crédito (o un abono anual), se puede liberar una de esas bicicletas. La idea es realizar viajes cortos y estacionar la bicicleta cuanto antes en la estación más cercana a nuestro destino. Cuanto más utilizamos la bicicleta, más cara nos cuesta. Lo más rentable, son los recorridos de hasta 20 minutos.
Las estaciones Velib crecen como « champignons» se estima para el segundo trimestre 2008 habrá 1451 estaciones , 20 600 bicicletas y 36 000 mini totems repartidos en toda la ciudad. Entusiasmados, los parisinos y París piden más sendas para bicicletas.

Velib es una empresa manejada por JC Decaux, la misma que tiene gran parte del mobiliario urbano en Buenos Aires.


Curiosidades del Velib

Ya es moneda corriente cruzarse el sábado a la noche con tropillas de ciclistas, que aún sin conocerse y sin hablarse, deciden hacer parte del recorrido juntos, genera seguridad entre los usuarios y una agradable solidaridad nocturna entre ciclistas, silenciosa y tacita.

El Velib es también la elección nocturna de miles de parisinos, demasiado alcoholizados para regresar a sus casas en auto. El flujo de Velib es aun desparejo, es por eso que ciertas estaciones están vacías y otras llenas.

Versión alemana
En Berlin, las opciones para alquilar una bicicleta sobran, desde el «velo taxi » hasta city tours en bicicleta, pero la que más me llamó la atención es el ingenioso sistema "call a bike".

Las bicicletas están estacionadas ya no en estaciones, pero en cualquier punto de la ciudad, basta con marcar el numero de « Call a bike », luego indicar el número de la bicicleta y el sistema destraba las ruedas a distancia, la factura pasa directo con la cuenta del teléfono celular.

jueves, 9 de abril de 2009

Berlín ¡como para vivir en bicicleta!


Para seguir esta semana con los post sobre capitales en bicicleta, aquí va una publicación de unos amigos locos por la bici en Barcelona. "Los Biciosos" son un grupo de jóvenes vecinos del barrio de calle Joaquim Valls que se han organizando para rescatar sitios eriasos en pro de conservar la vida cotidiana de barrio en la ciudad. Una gran forma de hacerlo ha sido el llevar a cabo un taller de autoreparación de bicicletas y otros ingenios, el cual es autogestinado por ellos mismos y los interesados que llegan a arreglar sus bicicletas con ayuda de "los biciosos".

A continuación, el post del bicioso Robert en su viaje por Berlín.

Berlín es uno de los máximos exponentes de ciudad Biciosa, ya que además de la presencia de bicicletas, el oso es el símbolo de la ciudad. Berlín es una ciudad muy grande, con pocos desniveles y muy bien comunicada gracias a su red de trenes de cercanías, metros, tranvías y autobuses.

El uso de la bicicleta está muy extendido y se espera que vaya en aumento ya que se está trabajando para incrementar ese número. Si circulamos en bici, encontramos carriles segregados en las ámplias aceras o en la calzada y señales específicas para bicicletas. El respeto por parte de otros vehículos a la bicicleta parece algo habitual, o por lo menos fue la impresión generalizada que me llevé. Una de las cosas que más atónito me dejo fue el hecho de que pese a tratarse de una capital, las medidas de seguridad ante el robo o el vandalismo son mínimas. Muchas de las bicis se encuentran atadas con un simple candado e incluso, algunas ni tan siquiera han sido amarradas contra un elemento fijo como árboles o farolas. La impresión que me dio fue algo como “si no es mi bici, para que la voy a coger“.

Paseando por Berlín podemos observar todo tipo de bicicletas, desde modelos antiguos a bicicletas nuevas que buscan llamar la atención. Un tipo de bicicleta muy útil son las bicicletas de transporte. Dentro de este tipo, encontramos unos triciclos con dos ruedas delanteras y un compartimento de gran espacio. También encontramos bicicletas de dos ruedas a las que se han incorporado una serie de bolsas de transporte, como las utilizadas por el servicio postal.

Sin duda Berlín es un destino recomendado para aquellas personas que disfruten de la bicicleta, tanto circulando en ellas como observándolas. Posiblemente cuando volvamos a nuesto luegar de origen, todas las comparaciones resultarán odiosas.

lunes, 6 de abril de 2009

Pedaleando por Londres


Durante más de dos años Carlos Franz vivió en el corazón de Londres, en Marble Arch, la esquina noreste de Hyde Park. Todos los días -lloviznara o no- tomaba su bicicleta y se iba desde su casa hasta su oficina en King's College, junto al Támesis. Recuerda esos pedaleos por la ciudad contra la fresca brisa londinense y su rocío como algunas de las horas más felices de su vida.

Hoy les presento estractos de este post publicado por él hace cuatro años en El Viajero

Seis pisos de anaqueles

Poco más allá encadeno mi bicicleta en las puertas de Waterstones Piccadilly, una de las mayores librerías del mundo. Aquí es posible pescar un libro en cualquiera de los seis pisos de anaqueles e irse a leerlo sin pagarlo -con picardía criolla- mientras se almuerza algo en el Studio Lounge del quinto, que ofrece una de las raras vistas aéreas de Londres (y unos sándwiches de roast beefmemorables). Mientras almuerzo, pienso en la tan mentada tradición británica. En las simplificaciones que ésta evoca en nuestros anglófilos locales. Las tiendas para caballeros de Jermyn St., acá a la vuelta, y esos clubes de St. James's, están en la misma ciudad que fue la cuna de la cultura pop en los años sesenta, el swinging London de The Beatles. Esas tradiciones que todos critican pero nadie estima necesario destruir siguen ahora mismo conviviendo con la modernidad y la diversidad cultural más desaforadas. En cualquier recorrido en uno de esos buses rojos de dos pisos -aconsejo por ejemplo el 23, que cruza Londres transversalmente- es posible oír, sin exagerar, diez lenguas distintas y obtener un muestrario de todas las tribus urbanas que pueblan esta metrópoli. Y lo notable, una vez más, es que conviven en relativa paz, hasta se diría que en armonía.

Al salir de Waterstones recupero mi bicicleta y cruzo Piccadilly Circus junto a la estatua de Eros para bajar por Haymarket. Aquí está uno de los teatros más hermosos de Londres -en esta ciudad pletórica de gloriosos teatros-. El Royal Haymarket. Aquí vi en una noche de niebla a Vanessa Redgrave y a su hija Joely Richardson protagonizando a la madre y la hija, justamente, en El abanico de lady Windermere. Nunca olvidaré la ovación cuando las dos salieron a saludar al público y éste se puso de pie; todos, creo, con un nudo en la garganta. En Londres me reenamoré del teatro. Luego me he preguntado muchas veces qué provoca nuestra falencia teatral generalizada en España e Hispanoamérica (con la posible excepción de Buenos Aires). Nuestros actores enfáticos, sobreactuados, exagerados. Tengo mi teoría: la capacidad para el teatro está relacionada con la cultura de un país. Lo característico del dialecto británico -y toda cultura es esencialmente un idioma- es el understatement. Traducido libremente sería un "decir menos", un disminuir conscientemente la importancia y la gravedad y la solemnidad de lo que se expresa, sin que el otro deje de percibir, por supuesto, que hay una exageración en tanta modestia. Este tono menor favorece la ironía -arte prácticamente desconocido en América, incluyendo a Estados Unidos-. Y ambos -understatement e ironía- son actitudes teatrales, representaciones cotidianas con las cuales se civilizan las emociones violentas, se las amansa. De allí -digo yo- el genio inglés para el teatro, y la excentricidad. Desde Shakespeare, por lo menos.

Ya estoy cerca del final de mis pedaleos reflexivos. Paso por Trafalgar Square (Nelson encaramado en su columna y los cuatro leones gigantescos que la cuidan cabalgados por los turistas). Me interno por la avenida de Strand, pasando cerca de Covent Garden. Entonces, por un mero capricho libertario, en lugar de seguir hacia el edificio de King's College, doblo a la derecha y pedaleo hasta el medio del puente de Waterloo, para acodarme sobre el Támesis. La poderosa curva del río, traficada por barcos y barcazas, empuja el horizonte hacia el Oriente. Por este río manó hacia el mundo la civilización británica.